La salida después de siete meses en el cargo
Antonio Sanguino, quien asumió como ministro de Trabajo en febrero de este año, presentó su carta de renuncia durante la primera semana de septiembre. La solicitud fue impulsada por la directora del Departamento Administrativo de la Presidencia, en el contexto de la reciente elección de un magistrado de la Corte Constitucional. Actualmente, la decisión está en manos del presidente, quien aún no ha definido si acepta su dimisión.
Un trámite obligado, según el propio ministro
Al culminar una rendición de cuentas, Sanguino comentó de forma simple: “Si a uno le piden una carta, pues uno tiene que radicarla”. Con esto busca dar por cerrada la especulación sobre su continuidad, marcando el final de una etapa que incluyó la aprobación de la Reforma Laboral.
Tensión política y reacomodos en el gabinete
La renuncia se enmarca en un momento de alta sensibilidad política ampliado por la elección en el Senado. La salida de Sanguino se suma a la de otros ministros, en un período que evidencia la inestabilidad del gabinete y define nuevas coordinaciones internas.
Un gabinete marcado por la rotación
Su partida refleja una tendencia de cambios frecuentes en el Gobierno desde comienzos del mandato. Esto ha generado cuestionamientos sobre la estabilidad institucional y el impacto en la implementación de las políticas públicas.
Hacia una nueva configuración ministerial
Mientras se espera la respuesta del presidente, el ambiente anticipa ajustes en la estructura del gabinete. La salida del ministro deja abierta una nueva fase de negociación política interna, que puede redefinir equilibrios entre partidos aliados y fuerzas parlamentarias.
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