El secuestro de Lyan José Hortúa, un niño de 11 años en Jamundí, Valle del Cauca, reveló una compleja red de vínculos con el narcotráfico y ajustes de cuentas. Durante 18 días, Lyan estuvo en cautiverio y su liberación en mayo de 2025 destapó una historia ligada al pasado criminal de su padre biológico, José Leonardo Hortúa, alias «Mascota», exlíder de la banda Los Rastrojos.

«Mascota» fue asesinado en 2013, antes del nacimiento de Lyan, dejando presuntas deudas pendientes con estructuras criminales. Se especula que el secuestro fue una represalia por estas deudas, y que la madre de Lyan, Angie Bonilla, conocida como «Barbie Vanessa», habría sido el objetivo inicial. Al no encontrarla, los captores decidieron llevarse al niño.
Las exigencias de los secuestradores alcanzaron los 37 mil millones de pesos, aunque la familia habría pagado una suma menor para lograr la liberación. Posteriormente, Jesús Antonio Cuadros, primo del padrastro de Lyan y presunto intermediario en el pago, fue asesinado en Cali, lo que sugiere posibles represalias o ajustes de cuentas.
Este caso pone en evidencia cómo las deudas y conflictos del pasado pueden afectar gravemente a las generaciones actuales, y cómo las estructuras criminales mantienen su influencia en ciertas regiones del país.
Redaccion CNM